viernes, 11 de febrero de 2011

Esto tiene corcho, oigaaaa!!!!!!!

Recuerdo la primera vez. Que vergüenza me dio. En una pizzería, con un compañero. Pedimos la cena y una botella de vino. Nos la dejan en la mesa. Nosotros emocionados (yo al menos) pillamos la copa, la miramos, la olemos con cara de expertos y tras la primera impresión llamamos al camarero de nuevo:
-Mire usted, que esta botella tiene corcho.
El camarero todo majo se va con el vino y al rato vuelve con una jarra de cerveza con vino dentro.
Mi amigo y yo nos miramos, comprobamos que nos habían traído el mismo vino pero en otro recipiente y pedimos un refresco.
No, que un vino tenga corcho no significa que tenga virutillas flotando como si fueran el  portaaviones “USS Marshall” de la décima flota del Pacífico Norte. Significa que HUELE a corcho. Puede llegar a ser realmente desagradable si es muy intenso.
Y no es por que lleve muuuuucho tiempo el corcho en la botella, o por que esté mal conservado el vino o por que ceda olores el corcho de igual forma que lo hace la barrica.
La culpa de todo la tiene el cloro y su unión a otras moléculas llamadas fenoles. Estos fenoles se encuentran en la composición del corcho y en la madera en general. Si el corcho o la madera (incluso la decorativa) no están bien tratados en origen o están mal conservados en bodega, en ambientes húmedos proliferan hongos que modifican los cloro-fenoles y los transforman en cloro-anisoles que son los responsables del olor.
Ya sabemos de dónde sale el anisol, pero ¿y el cloro?. Pues del agua del grifo, de la fumigación de las maderas decorativas (techos, suelos, jaulones…), del tratamiento de blanqueo del corcho…
Así que la próxima vez que un vino os huela a corcho ya sabéis que no tiene por que ser del tapón. Ah! Y un consejo, pedid que os cambien el vino por otro de una botella nueva.

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